jueves, 27 de septiembre de 2012

Lecciones aprendidas


Por Juanita Uribe

En un intenso viaje entre El Salvador, Guatemala, Honduras, Nicaragua, Panamá y Estados Unidos, he pasado dos años y medio retadores y edificantes, al lado de un personaje que se llama Armando Paz. De su mano, mucho más allá de las horas laborales -y ya no digamos de los términos de referencia de un contrato-, aprendí, y reafirmé, lecciones fundamentales de vida.

Si uno no se hace caso, se equivoca. Nada es más importante que escuchar al propio corazón y hacerle caso. Hay que escuchar las opiniones de otras personas y aceptar consejos, pero si uno tiene una corazonada fuerte de por dónde es el camino, no importa cuántos digan que no funciona, siga ese camino.

Más colores, mejor queda el dibujo. En todo caso, hay que tener un plan y un método para lograr lo que uno se propone.  Y el plan y el método resultan mejores si se construyen en colectivo. Siempre me maravilló ver cómo todos los miembros del equipo de Armando Paz teníamos estructuras mentales distintas, unos soñadores, otros aterrizados, unos matemáticos, otros artistas, unos racionales, otros intuitivos, y fue esa la mayor riqueza como grupo. Por eso nos salió bien el dibujo. 

Lo más importante son las personas. La política, la ciencia, la tecnología, como cualquier invento humano, tienen como fin último hacer que las personas vivamos mejor y seamos más felices. Siempre que pensamos en “misiones”, “visiones”, “objetivos”, “planes de acción” etc., deberíamos preguntarnos: ¿cómo afecta esto la vida de las personas y las hace más felices?. Siempre he admirado que la Declaración de Independencia de los Estados Unidos hable de la vida, la libertad y la búsqueda de la felicidad como los principios inalienables, justamente por eso.

No se pueden obtener resultados diferentes haciendo siempre las mismas cosas. Lo mejor que le pudo pasar a Shakira en la vida es que el profesor del coro de su colegio no la aceptara porque su voz no tenía el tono “angelical” del resto de las niñas. Justamente por eso es hoy una súper estrella y no una más del coro. Hay que atreverse a salir de los moldes, de lo uniforme, de lo que “todo mundo hace”, pensar y actuar fuera “de la cajita”.

Desde que existe la Internet no tenemos que aceptar lo inexorable. Le escuché esa frase a Federico Mayor Zaragoza, ex Director de la UNESCO y quien creó en esa organización el programa de Cultura de Paz. Antes de que existiera Internet la gente que tenía un problema o vivía en condiciones difíciles, no podían visualizar que en otros lugares del mundo alguien tenía la solución o había conseguido mejorar sus condiciones de vida. Al menos era mucho más difícil. Esa frase del Profesor Mayor Zaragoza le dio todo el sentido a las capacitaciones que hicimos a las organizaciones para crear sus propios medios de comunicación, utilizando Internet y todas las herramientas digitales, para difundir ideas y movilizarse unos a otros.

La fe mueve montañas. Y no hablo desde un punto de  vista religioso. Esta mañana alguien me preguntó cuál fue el mayor logro del proyecto y luego me preguntó cuál fue el mayor obstáculo. Para mí el mayor logro de Armando Paz fue haber abierto espacios de diálogo donde se encontraron y se tendieron puentes entre los jóvenes, las organizaciones de la sociedad civil, las instituciones de gobierno y el sector privado para cambiar esa idea de que la violencia es un problema demasiado grande, casi imposible de solucionar y que sólo es responsabilidad de los Estados o de los organismos internacionales solucionarla, y demostrar cómo la paz es una construcción colectiva de pequeñas acciones y que es desde todos los sectores que se construye el bienestar. Cambiar las estructuras mentales de las personas es lo más difícil que hay. Y si uno se embarca en una tarea como esta, todos los involucrados en ella tienen que estar convencidos y no dudar. Tener fe. El mayor obstáculo que tuvimos que enfrentar fue cuando apareció alguien al interior del equipo que no creía en lo que estábamos haciendo y puso a dudar a mucha gente. La fe de los que nunca dejamos de creer sacó adelante el proyecto.

Todo joven necesita alguien que esté loco por él o por ella. En el primer Foro Regional de Armando Paz en Guatemala, Cornelia Tesliuc, experta del Banco Mundial, incluyó esta frase en su presentación. Si cada niña, niño, adolescente o joven del mundo, tuviera alguien que lo ama, cree en él o ella y lo alienta a volar alto, habría muchos menos problemas en este planeta. La mejor manera de prevenir violencia es fortalecer la autoestima. Eso aplica en todos los escenarios, en la casa, en la escuela, en la oficina y en la calle.


Los tejidos son más fuertes mientras más hilos se unan entre sí. Combatir la violencia o construir una cultura de paz no son retos que puedan enfrentar solos y de manera independiente las ONGs, el gobierno, el sector privado, los organismos o la cooperación internacional. Problemas complejos requieren del impacto colectivo que sólo se logra en la cooperación entre diversos sectores. Se acabó la época de la competencia por ser el mejor o el más fuerte, esta es la era de la colaboración.


Los jóvenes no están en situación de riesgo, sino en situación de oportunidad. Una cosa es prevenir la violencia y otra construir una cultura de paz. No es lo mismo decirle a alguien: “voy a evitar que te metas en problemas”, que decirle:  “Creo en ti y voy a ayudarte a construir tu proyecto de vida”. La segunda, desde mi punto de vista, es mucho más potente.

Todo pasa por algo. El momento más difícil del proyecto, fue a la vez en el que más aprendí, sobre todo respecto a los seres humanos. Conocí la crueldad que pueden llegar a ejercer unas personas sobre otras, pero también la humanidad con la que la mayoría se ayuda entre sí; la arrogancia y la humildad, la lealtad y la deslealtad. Lo diferente que actúan, desde el amor, las personas que están seguras de si mismas, y las que no, que actúan desde el miedo.

Juntos podemos más. El ultimo día de la tormenta, más que agradecer que ésta hubiera pasado, sobre todo agradecí el haber contado con tan buenos compañeros de equipo para sobrepasarla, e incluso agradecí la tormenta misma, porque nos unió unos a otros.

No se puede tratar de vender Coca Cola, mientras uno consume Pepsi.  Si uno quiere vender una idea, un proyecto, un programa, un hábito, una norma, tiene que empezar por aplicarla en casa. En nosotros mismos, en el equipo, en la organización, en el gobierno, en la empresa.

La energía no se crea ni se destruye, sólo se transforma. Armando Paz quedó sembrado en El Salvador, Guatemala, Honduras, Nicaragua y Panamá. No va a desaparecer. Cuando uno pone lo mejor de si en crear algo, ese algo toma vida propia. Quizás no se siga llamando igual, quién sabe,  pero estoy segura de que las ideas quedaron sembradas en muchas personas que, a su manera, seguirán armando paz.


Uno es el mago, no la magia. Mucha gente me ha preguntado si estoy triste de dejar Armando Paz, y la verdad es que no. Voy a extrañar a todas las personas con quienes tuve la fortuna de trabajar y compartir esta experiencia, pero entre ellos he encontrado muy buenos amigos y seguro habrá más oportunidades para volver a trabajar juntos. Me siento feliz y orgullosa de haber sido parte de la formación de este movimiento, feliz de seguir trabajando en Centroamérica y feliz de saber que siempre hay otros Armando Paz por hacer.

Washington DC, septiembre 26 de 2012

2 comentarios:

  1. Qué grandes lecciones y qué colorido! Qué envidia (de la buena) haber tenido la dicha de participar, liderar y experimentar tal viaje. Conociendo mundos, conociendo personas, abriendo puertas, cambiando vidas... Propia y ajenas.

    No se pueden (ni deben) ir muy lejos.
    La región necesita más de ésa sensibilidad.
    Felicitaciones y sobre todo, GRACIAS!
    Andrés Botrán- Guatemala


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