Por Juanita Uribe
En un intenso viaje entre
El Salvador, Guatemala, Honduras, Nicaragua, Panamá y Estados Unidos, he pasado
dos años y medio retadores y edificantes, al lado de un personaje que se llama
Armando Paz. De su mano, mucho más allá de las horas laborales -y ya no digamos
de los términos de referencia de un contrato-, aprendí, y reafirmé, lecciones
fundamentales de vida.
Si uno no se hace caso,
se equivoca. Nada es más importante que escuchar al propio
corazón y hacerle caso. Hay que escuchar las opiniones de otras personas y aceptar
consejos, pero si uno tiene una corazonada fuerte de por dónde es el camino, no
importa cuántos digan que no funciona, siga ese camino.
Más colores, mejor queda
el dibujo. En todo caso, hay que tener un plan y un método para
lograr lo que uno se propone. Y el plan
y el método resultan mejores si se construyen en colectivo. Siempre me
maravilló ver cómo todos los miembros del equipo de Armando Paz teníamos
estructuras mentales distintas, unos soñadores, otros aterrizados, unos
matemáticos, otros artistas, unos racionales, otros intuitivos, y fue esa la
mayor riqueza como grupo. Por eso nos salió bien el dibujo.
Lo más importante son las
personas. La
política, la ciencia, la tecnología, como cualquier invento humano, tienen como
fin último hacer que las personas vivamos mejor y seamos más felices. Siempre
que pensamos en “misiones”, “visiones”, “objetivos”, “planes de acción” etc., deberíamos
preguntarnos: ¿cómo afecta esto la vida de las personas y las hace más felices?.
Siempre he admirado que la Declaración de Independencia de los Estados Unidos
hable de la vida, la libertad y la
búsqueda de la felicidad como los principios inalienables, justamente
por eso.
No se pueden obtener
resultados diferentes haciendo siempre las mismas cosas. Lo mejor que le pudo pasar a Shakira en la
vida es que el profesor del coro de su colegio no la aceptara porque su voz no
tenía el tono “angelical” del resto de las niñas. Justamente por eso es hoy una
súper estrella y no una más del coro. Hay que atreverse a salir de los moldes,
de lo uniforme, de lo que “todo mundo hace”, pensar y actuar fuera “de la
cajita”.
Desde que existe la
Internet no tenemos que aceptar lo inexorable. Le escuché
esa frase a Federico Mayor Zaragoza, ex Director de la UNESCO y quien creó en
esa organización el programa de Cultura de Paz. Antes de que existiera Internet
la gente que tenía un problema o vivía en condiciones difíciles, no podían
visualizar que en otros lugares del mundo alguien tenía la solución o había
conseguido mejorar sus condiciones de vida. Al menos era mucho más difícil. Esa
frase del Profesor Mayor Zaragoza le dio todo el sentido a las capacitaciones
que hicimos a las organizaciones para crear sus propios medios de comunicación,
utilizando Internet y todas las herramientas digitales, para difundir ideas y
movilizarse unos a otros.
La fe mueve montañas. Y no hablo desde un punto de vista religioso. Esta mañana alguien me
preguntó cuál fue el mayor logro del proyecto y luego me preguntó cuál fue el
mayor obstáculo. Para mí el mayor logro de Armando Paz fue haber abierto espacios de
diálogo donde se encontraron y se tendieron puentes entre los jóvenes, las
organizaciones de la sociedad civil, las instituciones de gobierno y el
sector privado para cambiar esa idea de que la violencia es un
problema demasiado grande, casi imposible de solucionar y que sólo es
responsabilidad de los Estados o de los organismos internacionales solucionarla,
y demostrar cómo la paz es una construcción colectiva de pequeñas
acciones y que es desde todos los sectores que se construye el bienestar.
Cambiar las estructuras mentales de las personas es lo más difícil que hay. Y
si uno se embarca en una tarea como esta, todos los involucrados en ella tienen
que estar convencidos y no dudar. Tener fe. El mayor obstáculo que tuvimos que
enfrentar fue cuando apareció alguien al interior del equipo que no creía en lo
que estábamos haciendo y puso a dudar a mucha gente. La fe de los que nunca
dejamos de creer sacó adelante el proyecto.
Todo joven necesita
alguien que esté loco por él o por ella.
En el primer Foro Regional de Armando Paz en Guatemala, Cornelia
Tesliuc, experta del Banco Mundial, incluyó esta frase en su presentación. Si
cada niña, niño, adolescente o joven del mundo, tuviera alguien que lo ama,
cree en él o ella y lo alienta a volar alto, habría muchos menos problemas en
este planeta. La mejor manera de prevenir violencia es fortalecer la autoestima.
Eso aplica en todos los escenarios, en la casa, en la escuela, en la oficina y
en la calle.
Los tejidos son más
fuertes mientras más hilos se unan entre sí.
Combatir la violencia o construir una cultura de paz no son retos que
puedan enfrentar solos y de manera independiente las ONGs, el gobierno, el
sector privado, los organismos o la cooperación internacional. Problemas
complejos requieren del impacto colectivo que sólo se logra en la cooperación
entre diversos sectores. Se acabó la época de la competencia por ser el mejor o
el más fuerte, esta es la era de la colaboración.
Los jóvenes no están en
situación de riesgo, sino en situación de oportunidad. Una cosa es prevenir la violencia y otra
construir una cultura de paz. No es lo mismo decirle a alguien: “voy a evitar
que te metas en problemas”, que decirle:
“Creo en ti y voy a ayudarte a construir tu proyecto de vida”. La
segunda, desde mi punto de vista, es mucho más potente.
Todo pasa por algo. El momento más difícil del proyecto, fue a
la vez en el que más aprendí, sobre todo respecto a los seres humanos. Conocí
la crueldad que pueden llegar a ejercer unas personas sobre otras, pero también
la humanidad con la que la mayoría se ayuda entre sí; la arrogancia y la
humildad, la lealtad y la deslealtad. Lo diferente que actúan, desde el amor,
las personas que están seguras de si mismas, y las que no, que actúan desde el
miedo.
Juntos podemos más. El ultimo día de la tormenta, más que
agradecer que ésta hubiera pasado, sobre todo agradecí el haber contado con tan
buenos compañeros de equipo para sobrepasarla, e incluso agradecí la tormenta
misma, porque nos unió unos a otros.
No se puede tratar de
vender Coca Cola, mientras uno consume Pepsi. Si uno quiere vender una idea, un proyecto,
un programa, un hábito, una norma, tiene que empezar por aplicarla en casa. En
nosotros mismos, en el equipo, en la organización, en el gobierno, en la
empresa.
La energía no se crea ni
se destruye, sólo se transforma.
Armando Paz quedó sembrado en El Salvador, Guatemala, Honduras,
Nicaragua y Panamá. No va a desaparecer. Cuando uno pone lo mejor de si en
crear algo, ese algo toma vida propia. Quizás no se siga llamando igual, quién
sabe, pero estoy segura de que las ideas
quedaron sembradas en muchas personas que, a su manera, seguirán armando paz.
Uno es el mago, no la
magia. Mucha gente
me ha preguntado si estoy triste de dejar Armando Paz, y la verdad es que no.
Voy a extrañar a todas las personas con quienes tuve la fortuna de trabajar y
compartir esta experiencia, pero entre ellos he encontrado muy buenos amigos y
seguro habrá más oportunidades para volver a trabajar juntos. Me siento feliz y
orgullosa de haber sido parte de la formación de este movimiento, feliz de
seguir trabajando en Centroamérica y feliz de saber que siempre hay otros
Armando Paz por hacer.
porady miłosne
ResponderEliminargreat post!
Qué grandes lecciones y qué colorido! Qué envidia (de la buena) haber tenido la dicha de participar, liderar y experimentar tal viaje. Conociendo mundos, conociendo personas, abriendo puertas, cambiando vidas... Propia y ajenas.
ResponderEliminarNo se pueden (ni deben) ir muy lejos.
La región necesita más de ésa sensibilidad.
Felicitaciones y sobre todo, GRACIAS!
Andrés Botrán- Guatemala